miércoles, 3 de julio de 2013

Página 15


                                          Por Mr. Blue
Borges decía “Si no te está gustando un libro, no tienes porqué leerlo entero, ya que quizás no sea el momento adecuado para que leas ese libro”. Con esta frase me atajo de por vida para justificar la inmensa cantidad de libros que dejé de lado después de haber comenzado las primeras quince páginas. Ya se volvió un hábito mío, casi tanto como asegurarme que la puerta del baño esté cerrada o comer unas Express Light por día. Mencionaría una lista de nombres, pero estaría siendo injusto con tantos otros. Lo que sí puedo detenerme a analizar es por qué los dejo de leer. Uno de los motivos top es que, ni bien lo arranco, me pregunto por qué merde me lo compré. Tengo un libro que se llama “Medianoche”, en donde en la tapa vemos una rosa al lado de una luna, y la solapa de éste dicta: “Lucas me estrechó contra su pecho con tanta fuerza que apenas pude respirar. Fue un beso profundo y lento”. ¡¿Alguien me puede explicar por qué pagué cien pesos para eso?!



Los personajes tienen nombres como Balthazar, Patrice y Bethany, y la contratapa responde a una suerte de secuela de Crepúsculo. Es un libro hecho a regla para una adolescente que recién conoce la (ver palabra seis de la oración). Mi interés en consumir ese tipo de literatura es directamente proporcional a las ganas que tengo de ver una carrera de escarabajos en el jardín de mi vecino.
Pero es mi obligación destacar que algo misterioso me llevó a extrañar un billete grande por ese libro de (voy a decir algo que no me gusta pero fue el primer adjetivo que se me vino a la cabeza) morondanga. Y cuando digo algo misterioso, me refiero a que va en contra de mis principios, porque el libro está escrito por Claudia Gray, una mujer de United States of America, y siempre repito que prefiero leer libros latinoamericanos ya que desconfío de los traductores. Recuerdo que hace unos años tenía en mis manos dos mismos libros de Stephen King. La versión en inglés de Carrie y la versión en castellano. La comparación era absurda. Las líneas que leía con tanta tensión en la versión original carecían de suspenso en la nacional, las palabras remplazadas ni se acercaban a ser sinónimos y los insultos estaban pasados a light. Mientras Stephen King había escrito que Chris, enardecido, decía “Son unos hijos de puta”, el traductor, en complicidad con el editor, lo habían pasado a “Son unos cabezas de chorlito”. Así que ya saben qué decirle a alguien si quieren realmente ofenderlo. Cabeza de chorlito, y a otra cosa.
También sucede que a veces tengo tres o cuatro libros en la mochila y los leo al mismo tiempo, pero sólo tengo dos señaladores, por lo que siempre dos libros pierden la partida y quedan en el olvido porque al terminar los otros dos, ya no recuerdo dónde los dejé y no me parecen tan importantes. Esta semana siento que abandoné otros y me dieron ganas de leer otros con los que seguramente repetiré mi acción ya clásica. Entonces me diseñé una nueva técnica, con cinco pasos a seguir, para evitar que esto vuelva a sucederme.
A) Leer tapa, solapa, contratapa, copyright, y si es necesario, final.
B) Si el escritor no es latinoamericano y el libro me llama demasiado la atención,  tomar nota de cómo se llama el traductor y averiguar el nombre de su madre para que el descargo sea bien dirigido.
C) Pedir críticas del libro a quien veas con menos cara de pelotudo de los empleados del local.
D) Mandarle un mensaje a un amigo/a que lea mucho y sepa tus gustos para que pueda decirte si puede llegar a gustarte, lo haya leído o no, conozca el libro o no, te esté mintiendo o no.
E) Leer directamente la página 15 y fijarse si se es capaz de volver a leer esa página nuevamente.
Me pareció bien difundir los pasos. Les contaré luego si fueron exitosos, o si existe, luego de los primeros dos capítulos, una segunda instancia de traba personal.
PD: Mrs. Pink me dijo “Mr. Blue, tus videos son cursis”. Y tiene razón, pero los voy a seguir poniendo porque lo cursi nunca pasa de moda. Lalala.