sábado, 30 de noviembre de 2013

Ni una sola moneda de amor.



                                               Por Mr. Blue


He terminado de cursar el año y no me llevé ninguna. Todas me rechazaron.
Es frustrante cuando sucede eso, y lo peor es que estuve realmente cerca de concretar. Pero claro, debería aclarar ciertas cuestiones para evitar malentendidos.

No voy a mencionar el nombre, porque la situación sigue aún fresca. Hacía ya unos meses que la conocía pero jamás me había dado cuenta lo mucho que me gustaba hasta hace unas semanas, cuando la vi vestida en un kimono ensayando para un corto. Y hará exactamente 10 días que, al enterarme que no estaba en pareja, la invité a ir al cine a ver una comedia romántica. Perdón, tengo que confesar que ensayé mi discurso frente al espejo. Mantenía mi duda de si era muy simpática sólo conmigo o con todos, y a pesar de su destacada buena onda, no me parecía que fuera una chica de esas que te regalan más "si", que Olé, pelotas. Pero en realidad, (y acá me voy a abrir un poco más de la cuenta, ya que esto no lo iba a contar para quedar mejor parado), no me animé a ir cara a cara, es decir que mi ensayo face to mirror fue en vano. Pensé “¿Cómo puedo invitarla a salir si no me animo ni a decírselo?” y encontré una triste solución. Creé un evento en Facebook titulado “Salida al cine con X”, le puse el horario de la película, y en la información del evento le fui sincero:

“Te estoy invitando a que vayamos el domingo al cine a ver una película. Sí, soy muy pavo a no animarme a decírtelo en persona, pero siempre que pienso hacerlo cuando estamos cara a cara, tu belleza me intimida, y esta fue la única solución que encontré”.

Puso “Asistiré”, y me escribió dos renglones aclarando que el horario le parecía perfecto y que estaba con ganas de ver esa película. Casi que no hizo mención de mí, pero el “si” era lo más importante.

Como tenía fama de nene gracioso, cuando nos tocó salir pensé que debía ser más centrado y menos Piñón. Así que evité comentarios que puedan dejarme mal parado o hacerme ver como un sachet de leche con patas.
La película estuvo muy bien. Pero al finalizar, ella me hizo un comentario que me alarmó. “Wow, parecés el hermano de Nelson Castro”. Eso no se acerca a ser un mínimo piropo. Quizás Nelson Castro tenga un hermano y me parezca físicamente a él, pero creo que ella se refería a otra cosa, y allí tomé en cuenta que mi gracia tenía un porcentaje de cero. Me había pasado de la raya. Con comentarios sobre el medio ambiente, la política actual y teorías incomprobables que vi en documentales que viven a las sombras del Zeitgeist, había abandonado lo que había hecho que ella me aceptara.
Entonces, si estaba pensando en robarle un beso, primero debía encarrilar la conversación. Lo intenté de verdad. Empezamos a hablar de música, pero todo parecía dirigirse a un costado serío. La charla era sombría, con algunos esbozos de qué había sucedido en la película. Intenté fijarme en mis alrededores, buscar comentarios de otro carácter, pero no estaban dadas las condiciones. Parecía ser ya muy tarde.

En la parada del colectivo, nos dispusimos a hablar de la televisión y nos soltamos un poco más. Ahí fue cuando ella me contó que cuando era chica veía una serie animada, "Los grafitos", y nos reímos al respecto. No es joda. Esa fue la única risa que compartimos.
Cuando al fin logramos sentarnos, si bien seguíamos sin mantener química, estábamos en otro nivel. Se podría decir que había descontado, y siempre estar a un gol es importante. Sin embargo, y cuando me ilusionaba en lograr mi cometido, un nene se subió con unos cartones con corazones y entonó gritando un discurso que pretendía ser emotivo pero que sólo lograba que uno abra la ventana para que el viento censure sus palabras. Para mi sorpresa, todos parecían entregarle algún penique.
Cuando pasó por nuestro asiento, rechacé entregarle algo, y allí comenzamos a discutir a ver quién la tenía más bizca.

- No te tenía así.... - exclamó.
- ¿Así cómo?
- Así, de.... ratón.
- ¿Ratón, dijiste? – la miré con sorpresa.
- Sí. Ratón. ¡No le diste un peso!
- Ratón se le dice a quien es amarrete. Pagué toda la salida.
- No te mandés la parte que entramos con el 2x1. Eso también es de ratón.
- ¡Pero ni te ofreciste a poner nada! Pagué los Biggys que querías, también…
- No puedo creer que no le hayas dado un peso al nene. La verdad, ¿Qué querés que te diga?... – molesta.
- Pará... Pero vos tampoco le diste un peso al pibe.
- Porque salí sin plata.
- ¿Y yo soy el ratón? Vos salís con una persona sin tener un peso y...
- Bueno, pero si hubiera traído le...
- Pero no trajiste, así que "no" a todo lo que vas a decir.

Y nos quedamos en silencio unos segundos, mirando hacia adelante con bronca. A los dos minutos, se subió un anciano que no parecía tener el equipo en orden y ella le dio el asiento. Parada, me miró con una sonrisa irónica, como diciéndome "Gané, porque hice el buen acto del día".

- ¿Te sentís mejor? – le pregunté.

Me repitió la sonrisa, se acercó a mi oído y me dijo.

- Dar el asiento a personas enfermas siempre te hace sentir mejor.
- ¿Sabés qué? Tenés razón – le dije, y me levanté del asiento para entregárselo.

Ella me "dio la razón" y se sentó. A lo Ferro, descendió en Caballito. Y por suerte sólo restaba una semana facultativa. Nos cruzamos en el ascensor y no nos dirigimos la palabra. Ella apenas rugió un "Uff..." al verme. Pero me siguió teniendo en Facebook, así que continué pensando que le gustaba. Todo esto, hasta que ayer me llegó una invitación para que me vaya a la mierda. Le puse “Asistiré” y le escribí en el evento “Gracias por la invitación, ¿Cuándo querés que me pase por tu casa?”.
Pero me eliminó. Al parecer no le causó tanto gracia como Los Grafitos.