Por Mrs. Pink
Encontrar el
amor es difícil. A vos, que en este momento estás solo, quiero decirte que hay
miles de personas sin pareja que se toman su soltería con dignidad. Los dignos son aquellos que tienen la dicha
de leer a Lorca antes de irse a dormir. Y si estás comenzando algo, algo que no
tiene nombre y dudás en asignarle algún tipo de etiquetado porque no estás
pisando un terreno fértil, también quiero decirte que hay muchas personas como
vos. Y seguro la están pasando como el orto. Porque lo hacen para no estar
solos.
Pero quien
realmente la pasa mal sin dudas, es la/el del primer caso, porque no tiene a
nadie para recitarle tanta mierda romántica. Yo soy una de esas. Recito a Lorca
frente a un espejo. Me digo a mí misma “Verde que te quiero verde”. Y cada vez
que repito aquel verso siento que le estoy pidiendo al universo que me ayude a
contagiarme una hepatitis.
Ahondando un
poquito más… mi caso es más complicado. Ese es el bajón, y no sólo porque a la
hora de buscar la pareja ideal suelo desplegar un pergamino, cual lista de
supermercado de fin de mes, con ciertos ítems excluyentes que me hacen parecer
exquisita... y me hacen parecer a Exquisita, la torta...
Sincerándome,
la única fijación anormal que tengo es que no puedo salir con alguien con
problemas dentales: básicamente rechazo las dentaduras afectadas por los
resquicios de la bomba de Hiroshima. De todas formas lo más importante de mi
lista es esencial: la otra persona tiene que ser gay. Personas hay muchas. Gays
asumidas y a la vista, pocas. Es más fácil encontrar a Wally en plena marcha
del orgullo gay.
En
consecuencia: exponer la sexualidad me despierta cierto debate interior. A
veces pienso que hay cosas que como sociedad nos haría funcionar mucho mejor.
Una de ellas es la desnudez. Si anduviéramos desnudos mostrando nuestra
anatomía al natural, probablemente habría menos todo: menos pudor, menos
perversos, menos piropeadores pornográficos y menos vouyeristas con largavistas
frente a nuestros edificios jugando a ser el protagonista de la Ventana
Indiscreta. Por el contrario a la hora del acto sexual, la luz de la habitación
siempre estaría encendida, los falos serían simples caritas invertidas: narices
barbudas con ojitos risueños, y las mamas serían bombuchas vencidas con formas
y tamaños similares a las de las frutas que expone en stock tu verdulería amiga
del barrio. Inclusive creo que hasta la hora de la revisión médica nos
abriríamos en cuatro, con la misma felicidad que nos prestamos a la requisa
obligatoria en un pre recital de nuestro
ídolo. Y lo mejor: dejaríamos flamear en paz a la cortina del vestidor, e
invitaríamos a la vendedora con sonrisas a opinar sobre la prenda, dentro del
cubículo.
La segunda
idea que quiero ofrecer, es más bien una moción que puede servirle a mi
comunidad: una identificación colectiva. Yo te quiero proponer a vos, mujer
gay, que soles evitar la mirada homosexual olfativa, que me hagas el favor de
tatuarte la bandera del orgullo en la frente. Y a vos hombre gay, te pido que
seas el nuevo Tutankamón gayfriendly. Salí del TOILET y enrollate una gaza rosa
sobre tu cuerpo contorneado gracias al reduce panza del Dr. Hané y se la
próxima momia gay egipcia. Estas credenciales son eficaces… Vos serías capaz de
reconocer a tu nuevo “Verde que te quiero verde” y a mí me ayudarías a evitar
mi próximo dolor de cabeza.