miércoles, 26 de junio de 2013

Lorca y yo.

                                                       
                                          Por Mrs. Pink
Encontrar el amor es difícil. A vos, que en este momento estás solo, quiero decirte que hay miles de personas sin pareja que se toman su soltería con dignidad.  Los dignos son aquellos que tienen la dicha de leer a Lorca antes de irse a dormir. Y si estás comenzando algo, algo que no tiene nombre y dudás en asignarle algún tipo de etiquetado porque no estás pisando un terreno fértil, también quiero decirte que hay muchas personas como vos. Y seguro la están pasando como el orto. Porque lo hacen para no estar solos.
Pero quien realmente la pasa mal sin dudas, es la/el del primer caso, porque no tiene a nadie para recitarle tanta mierda romántica. Yo soy una de esas. Recito a Lorca frente a un espejo. Me digo a mí misma “Verde que te quiero verde”. Y cada vez que repito aquel verso siento que le estoy pidiendo al universo que me ayude a contagiarme una hepatitis.
Ahondando un poquito más… mi caso es más complicado. Ese es el bajón, y no sólo porque a la hora de buscar la pareja ideal suelo desplegar un pergamino, cual lista de supermercado de fin de mes, con ciertos ítems excluyentes que me hacen parecer exquisita... y me hacen parecer a Exquisita, la torta...
Sincerándome, la única fijación anormal que tengo es que no puedo salir con alguien con problemas dentales: básicamente rechazo las dentaduras afectadas por los resquicios de la bomba de Hiroshima. De todas formas lo más importante de mi lista es esencial: la otra persona tiene que ser gay. Personas hay muchas. Gays asumidas y a la vista, pocas. Es más fácil encontrar a Wally en plena marcha del orgullo gay.
En consecuencia: exponer la sexualidad me despierta cierto debate interior. A veces pienso que hay cosas que como sociedad nos haría funcionar mucho mejor. Una de ellas es la desnudez. Si anduviéramos desnudos mostrando nuestra anatomía al natural, probablemente habría menos todo: menos pudor, menos perversos, menos piropeadores pornográficos y menos vouyeristas con largavistas frente a nuestros edificios jugando a ser el protagonista de la Ventana Indiscreta. Por el contrario a la hora del acto sexual, la luz de la habitación siempre estaría encendida, los falos serían simples caritas invertidas: narices barbudas con ojitos risueños, y las mamas serían bombuchas vencidas con formas y tamaños similares a las de las frutas que expone en stock tu verdulería amiga del barrio. Inclusive creo que hasta la hora de la revisión médica nos abriríamos en cuatro, con la misma felicidad que nos prestamos a la requisa obligatoria  en un pre recital de nuestro ídolo. Y lo mejor: dejaríamos flamear en paz a la cortina del vestidor, e invitaríamos a la vendedora con sonrisas a opinar sobre la prenda, dentro del cubículo.
La segunda idea que quiero ofrecer, es más bien una moción que puede servirle a mi comunidad: una identificación colectiva. Yo te quiero proponer a vos, mujer gay, que soles evitar la mirada homosexual olfativa, que me hagas el favor de tatuarte la bandera del orgullo en la frente. Y a vos hombre gay, te pido que seas el nuevo Tutankamón gayfriendly. Salí del TOILET y enrollate una gaza rosa sobre tu cuerpo contorneado gracias al reduce panza del Dr. Hané y se la próxima momia gay egipcia. Estas credenciales son eficaces… Vos serías capaz de reconocer a tu nuevo “Verde que te quiero verde” y a mí me ayudarías a evitar mi próximo dolor de cabeza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario