miércoles, 4 de septiembre de 2013

La invención de la mentira.

                                         
                                                         Mrs. Pink.

Ayer, antes de ir a dormir, había pensando algo que por primera vez valía la pena escribir. Pero ya ha pasado por delante un día nuevo, y a veces lo que a una le quita el aliento hasta el coma, pensando que es la idea de tu vida, al otro día te parece una real mierda. Mierda.

Voy a hacer un aparte, y dedicarle un mensaje personal a mi compañero de blog. Espero que el editor, Mr. Blue, no corrija la palabra “mierda”. Siempre la “mejora” con “Merde”, que no es para nada mía. Quería escracharte nada más.

Volviendo al punto inicial… hoy volví a ver a “E”, la chica que me deja bobo el corazón. Pensé que había abandonado su carrera y la facultad, pero no. Ella sigue estando.
Estaba sentada sola. Hermosísimamente sola, en la silla azul, cerca de nuestra aula. Y decir que la vi es una exageración. Porque  ya ni siquiera me animo a mirarla. Siento que sabe que sé que sabe, y eso es un bajón. Entonces, ahora me abstengo a pasar por su lado, caminando como un extra de "The Walking Dead", sin cerebro, sin corazón, y conteniendo la poca dignidad que me queda después de una cantidad abultada de papelones.
Si tuviera una máquina para viajar al pasadex, a veces me pregunto si mi abordaje podría haber sido más natural. Como una persona normal. No como salió en su momento: como una cartita de alumna de segundo grado hacia otra de su mismo curso. Eso último también lo hice. Sí, en segundo grado, sí a una alumna...

Si viviéramos en “La invención de la mentira”, aquella película sublime, donde las personas no pueden mentir, y en donde naturalmente se ven obligados a decir la verdad, por más que sea bochornosa, delirante, o hiriente, la cuestión sería otra. Estando en ese submundo ficcional el abordaje sería menos frustrante...  y uno, en cierta forma, quedaría más ligero. En este caso sería algo así como:

- Hola “E”, vos y yo no nos conocemos. Probablemente si lo hicieras querrías dejar de conocerme. Quiero casarme con vos y que tengamos un perro como el de la película “Marley y yo”.

 U...
Hola…  te espío siempre. No me animo a mirarte porque tengo miedo de que se me salgan los órganos por la boca. ¿Te puedo oler el cuello?

O...
Tus ojos de deidad son el agua cristalina en el que todas las mañanas me quiero remojar.

O...
- En este momento te imagino 100% naked.

Escribí naked para que no suene chocante. Lo dejo ahí.

En todos los casos la respuesta por “E”, sería siempre igual. Una composición de “NOS”, en un varieté importante de tonos. Pero algo sí cambiaría: la valentía, el coraje. La necesidad de hacer catarsis de un montón de sentimientos re boludos que no se pueden contener. Valdría más que el mamarracho que solemos hacer, como stalkers anónimos a través de la red.