Por Mr. Blue
Todos tenemos esos amores de colectivo. Son amores que, en un 99 por
ciento, fracasan. Quizás decir que fracasan es sobrevalorarlos, es asumir que
no se llegó a destino con algo que, a decir verdad, lejos estuvo de intentarse.
Sentado en el 126 en los asientos de uno porque mi antisocialidad me los señala
como única opción, veo una hermosa mujer de pelos negros sentarse en un asiento
doble. Vestía unas calzas negras muy sexys, y llevaba un bolso del mismo color,
bastante pequeño. A los minutos, el hombre de la ventana se fugó y ella se hizo
con ese lugar. No, no le miré el culo, pero porque jamás tuve ángulo para
hacerlo. Estamos hablando, para que puedan orientarse, del primer asiento doble
luego de la puerta del medio. Observaba sus movimientos con obsesión, como si
fuera una terrorista. Se acomodaba el pelo detras de la oreja, observaba la
calle y sonreía acordándose de alguna travesura que hizo con una rubia hermosa
una noche que se embriagó (dejenme pensar lo que quiera). En el asiento delante
mío se encontraba un gordo, también observándola con el mismo ímpetu. Este
gordo corría el riesgo de caerse al piso del colectivo en cualquier momento. El
asiento apenas llegaba a cubrir un cuarto de su zona trasera y tenía que hacer
malabares para sostenerse cuando el 126 frenaba en alguna parada. Llegué a ver,
y os juro que es verdaís, que sostenía su panza cada dos minutos, como si
tuviera miedo de que ésta se le cayera. A lo que voy es que mi obsesión parecía
estar justificada. O eso creía. Después de todo, quizás ese gordo sea yo en
unos cuantos años. Lo más preocupante de toda esta situación es que me
encontraba contento de que el hombre que también la veía fuera desagradable.
Sí, lo consideraba competencia. Como si yo tuviera alguna chance con esta
mojigata de unos seguros veintipico.
Av. Directorio al 3000. Saca un libro y lo lee interesada. No parecía
uno muy intelectual, pero ya había superado la página 15 así que merecía mi
elogio. Llegué a ver el nombre, era algo así como "El secreto" pero
no necesariamente, y tanto el material de la tapa como su imagen rectangular
eran de libro precario que te viene con la revista Billiken y duerme en la
biblioteca hasta que tengas hijos con biblioteca para que te los saquen de
encima. Mientras leía, atinaba a morderse con liviandad una uña. Y sin caer
temas sexuales, la mente arrancó con sus preguntas más naive... ¿Vivirá sola?
¿Le gustarán las mismas cosas que yo? ¿Seré capaz de mantener un diálogo con
ella sin que mi pantalón tenga un circulo de agua corporal en la entrepierna?
Interrumpió su lectura para visitar el whatsapp. Seguramente era la
rubia hermosa que la molestaba para decirle que la había pasado bien la otra
noche, y ella entonces seguramente le contestó "Fue algo de una noche,
pero ahora no puedo comprometerme con eso porque lo cierto es que estoy
enamorada de un chico que está mirando en esta dirección". Claro que lo
cierto es que no estoy en Casi Famosos, no la tengo al lado y vengo trabajando
el asunto hace rato. Jamás miró hacia alrededor. Y no la culpo. No es una linda
imagen ver un montón de hombres que te miran con ojos de semen.
Se acercaba mi parada. El lugar en donde me tengo que bajar, porque sé
que vale la aclaración. En mi mano derecha portaba una bolsa con un libro que
debía regalar. Me quedaba más cerca bajarme por la puerta de atrás, pero
obviamente fui hacia al medio, esperando que me vea, como si fuera a detenerme,
a decirme "No, no te bajes", algo que no sucedería ni aunque le guste
muchísimo. Pero lo absurdo no se detuvo allí. Quité el libro de la bolsa y lo
sostuve en la mano esperando que viera que yo también leo. Vaya cosa para
hablar: Ambos leemos. Fue entonces que una vez que presioné el timbre, la miré
con sonrisa y me rasqué el cuello mirándome la mano derecha, esperándome que
viera el libro. Ella dirigió la mirada hacia el mismo. Cuando seguí su mirada,
noté que el libro que llevaba estaba forrado, algo que había olvidado, por lo
que era obvio saber que no lo estaba leyendo. Me bajé apenado de haber
despertado tontas esperanzas, tontas esperanzas que debían seguir durmiendo.
Cuando toqué cuadra y me quedé parado analizando la situación de verguenza que
protagonicé, un hombre que esperaba por otro colectivo me molestó para decirme
"Se te está por caer la bolsa". Había guardado la bolsa blanca del
libro en mi bolsillo trasero, pero tan enamorado estaba que no llegué a
guardarla bien, por lo que, en resumen, la imagen que creé de mí fue un boludo
que le sonreía con un libro forrado y una bolsa blanca despreciable hecha un
bollo a punto de saltar del bolsillo de atrás.
Esto me dejó una conclusión: Jamás volver a enamorarME QUIERO MATAR.