martes, 9 de julio de 2013

Las reglas de la atracción



                                                         Por Mr. Blue

Como un hábito más de la rutina es que me describo un inútil. Me costaba atarme los cordones cuando era chico, los amontonaba y parecía que mis zapatillas tenían encima uno de esos perros hechos con globos que hacen los payasos. Me avergüenza confesar que disfruto los Mediahora, que no sé usar el Photoshop, que sin darme cuenta prefiero intentar arrojar con fuerza tapitas al desague que donarlas a un hospital, que me cuesta abrir la leche de cartón casi tanto como a cualquiera le costaría abrir una caja fuerte bancaria, y que tampoco sé medir la fuerza a la hora de cerrar la puerta de un taxi. O lo hago demasiado suave y tengo que volver a cerrarla con una mirada juzgadora que me dice "Sos un mariquita y encima me hacés perder el tiempo". O lo hago demasiado fuerte y tengo que escucharlo insultándome y haciéndome cargo de la situación en la que se encuentra el país. ¿Pero por qué les estoy haciendo perder el tiempo leyendo ésto? Pues porque me dí cuenta que no sirvo en algo más: En atraer. Suena vago decir "atraer", pero me atrajo el verbo y lo puse.

No sé si quería atraer a alguien el viernes. Pero sí sé que no hubiera sido fácil en el caso de quererlo. O quizás si. O quizás no debería estar escribiendo esta frase porque es un sinsentido de mi subconsciente. Lo cierto es que la atracción, algo que debería ser natural, no me sirve. No tengo rumbo a la hora de seducir. Hablo y me pongo pavo. O soy demasiado cortés, tan cortés que permito pasar a otro hombre a que intente levantarse a la chica que me gusta. Dale, pasá tranquilo, parezco decirle, es toda tuya. O no quiero caer en clichés diciéndole "¿Venís mucho por acá?" o "Deberías ser modelo", y termino haciéndome el original con resultado frustrante, hablándole de cómo aumento el tequila o de que el barman se parece a cuasimodo. 
He dicho que es cambiar el chip. Para estas cosas, tenés que racionalizar como si fueras un winner,  como si tuvieras el cuerpo de esos fìsicoculturistas descerebrados que posan en la tapa de las revistas de Fitness que venden en las dietéticas, como si tuvieras la sonrisa de Tom Cruise en Vanilla Sky antes de sufrir el accidente que lo obliga a usar una mascara, como si tuvieras la plata que gana Maradona en Dubai y que ganará por años muchos, como si tuvieras la facilidad con la palabra que tiene Nagasawa en Tokyo Blues de Murakami. Pero yo he de pensar que soy un inútil, así que mi autoestima tiene el ojo izquierdo morado y el derecho con una basurita molesta.

"Usá el humor, con eso son tuyas" es una de las frases que más suelo escuchar. ¿De qué me sirve? ¿Me voy a acercar a una chica en un bar y le voy a decir "Escuchate este, que están un gallego, un yanqui y un francés en un avión..."? Puedo aseverar que es sólo un mito falso para ilusionar a los comediantes sin suerte. A su vez, debo confesar que toda esta situación me provoca una denigrante envidia. No tener pareja te lleva a ver hombres feos besando a chicas que uno podría anhelar, y pensar "Ojalá te esté metiendo los cuernos con tu hermano". Sí, está mal, pero lo pienso. Se me aparece en la cabeza. Y lo irónico resulta en que el hombre tiene menos la culpa de lo que creía. Las mujeres son el problema y la solución. Son como esas compañías de antivirus que crean virus para que compren su producto para que el usuario pueda matar el mismo virus que la compañía creó. O quizás sea el problema yo, que soy demasiado analista con esta mierda. Recuerdo que cuando iba al analista me mencionó eso: "Mr. Blue, sos demasiado analista con esta mierda". "Vos sos demasiado analista con esta mierda, doctor" respondí. Y me contestó "Sí, pero ese es mi trabajo". Y bueno, ahí me cagó.

Una cosa más: Entre nos, y aunque lo quiera ocultar porque crea que jamás debe ser el objetivo número uno, extraño el sexo. Uno se da cuenta de este extrañamiento cuando una película porno le resulta un drama melancólico que en lugar de excitarlo, le recuerda eventos y acciones que le sucedieron, pero que había olvidado que existían y que los había protagonizado. Ya no me masturbo con una porno. Lloro.

Haciendo un resumen abrupto... un mes estás cobrando bien, al otro te deben plata pero no te preocupas, y al siguiente te quedaste libre y no sabés qué hacer. Me parece que por ahí está la vida. Creo que necesito un representante.