Por Mrs. Pink
Algunas
personas idealizamos determinadas señales al momento de la búsqueda del amor. A
estas señales solemos adornarlas con moños del tamaño de un globo aerostático…
Pero lo terrible del asunto es no ver más allá. Consideramos que la supuesta
conquista está siendo efectiva, cuando ni siquiera hubo indicios como para
determinar que alguna vez comenzó. Y aunque nos hayan rechazado abiertamente,
como si fuéramos un pedazo de carne con un séquito de moscas del tamaño de unas
pelotas de ping pong rondándonos los cabellos grasientos, creemos sentir el
amor en el aire. Pero es mentira, sólo es una nueva fragancia de desodorante de
ambiente que Poet lanzó al mercado. Este es un mecanismo de defensa que tiene
nuestro cerebro para no provocar un corto circuito que colisione nuestro “sano”
organismo, y no enterarnos de lo que realmente somos: SOMOS UN BAJÓN.
Estoy
segurísima de que debe de haber unos cuantos/as narcisistas como yo, que sufren
esta espantosa enfermedad, de la que más abajo hablaré, pero como no se dan
cuenta lo pelota playeras que son, todavía están transitando esta espantosa
ceguera. Voy a comentar lo que pasó la semana pasada, cuando muy infelizmente
iba a rendir un examen. Permítanme entregarles una narración detallada y dulce
de aquel día:
El lunes
pasado repasaba en las escaleras externas a la facultad. Intentaba memorizar
con esfuerzo unas fechas históricas que de todas maneras sabía que iba a
olvidar al minuto y medio. Con una mirada fugaz localicé a “E” a la distancia,
la chica de la facultad que me anestesia el corazón. Vi su pelo dorado
centellear entre la multitud. Me morí. Mientras viajaba lentamente al paraíso,
observé como “V”, su amigo gay, aparecía en el decorado y la abrazaba
amistosamente. Al verlo, volví a pensar
en él, como el amigo gay que siempre quise tener y nunca encontré.
Caí a este
mundo nuevamente: ellos dieron los primeros pasos hacia la escalera, y yo los
seguí con mis colmillos expuestos, como una stalker en abstinencia de sangre de
los colores del arco iris. “V”, muy caballerosamente le abrió la puerta a “E”,
y la mantuvo para mí. Cuando avanzaba, noté que “V” me sonreía alegremente…
como si supiera todos mis secretos. En ese momento creí leerle la mente:
- Sé que sos gay. Sé que sos vos quién le
envió una solicitud de amistad a “E”. Sé
que te morís de amor y que en este
momento estás media tarada.
“V” había quedado unos metros atrás. Ella
seguía en el hall, pude identificarla a lo lejos. Caminé por el pasillo de la
entrada, espiando con un disimulo robótico cada uno de sus movimientos. Era tan
obvia como estúpida. “E” estaba
esperando a que su amigo gay se acercara para que el ascensor los llevara al
tercer piso. Preferí, como siempre, subir por las escaleras y mientras me
acercaba a “E”, me concentré en programar mis pupilas para no alzar la mirada…
no me contuve. Entonces, mis ojos se chocaron con los suyos por un tiempo
indefinido. Se habían fugado todas las agujas de mi reloj. Quería hacerme pis
encima. “E” volvió la mirada hacia el ascensor y luego hacia mí. Me paralicé por completo. Ella aprovechó ese
instante para acercarse ligera y muda, como una víbora pitón. Entonces me
susurró:
- ¿Sos vos la que me acecha vía Facebook?
La miré con
los ojos muy abiertos y el pecho se me hinchó, por retener esa respiración
infantil nerviosa. Tardé en contestar.
- No.
A veces, más o menos.
“E” sonrió y
dejó que me deslumbrara con sus piezas dentales blancas como perlas
oceánicas. Se acercó más, y cuando
estuvo a tan sólo unos pocos centímetros de mí, trajo consigo una ráfaga
penetrante de rosas y canela que me perforó el estomago como una ametralladora
made in Corea. Eran mariposas multicolores que danzaban en una noche de
carnaval. “E” humedeció sus labios rosas y dulces y se acercó hacia mí y…
....y nada
de lo anteriormente narrado pasó. Sólo la primer parte. Si hubiera sido como
conté, estaría equivocada de blog: esto es un bajón, y por lo tanto las
historias reales, no terminan bien. “E” no se acercó. Precisamente esto es lo
que mencionaba al principio. No hay nada más lamentable que vivir de estas
putas ensoñaciones. Que me mirara "penetrantemente a los ojos",
despertó en mí otra vez este estado esquizoide narcisista… Sería más sencillo
decir que sólo se trata de una simple picazón en una axila después de una
depilación intensa, pero lamentablemente no lo es. Es el famoso síndrome de
"me-quiere-dar".
Este
síndrome desubicado y mentiroso, suele despertarse con los supuestos detalles
(subjetivos y positivos), que creemos recibir/percibir través del lenguaje
corporal de la persona en cuestión, y es el responsable de plantarnos en los
escenarios más fantochescos e irreales habidos y por haber, y convertirnos en
falsos protagonistas de las situaciones más absurdas e imposibles. Sus malvadas
distorsiones pueden llegar a hacerte sentir en principio, como una Cenicienta
calzando zapatitos de cristal, y en un piquete de ojos como en una Cenicienta
renga. Y lo peor de todo es que aquella persona que creés que te quiere dar, no
te querría tocar ni con un puntero láser.
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