Por Mrs. Pink
Durante el
fin de semana largo salió un trabajo. Mentira. Más que un trabajo fue un favor
familiar, que en adelante no sé si estoy dispuesta a cumplir, por más que me
atropelle el Sarmiento y mi hermano se ofrezca a donarme un órgano. Mientras él
viaja por Chile con su pareja y disfruta del paisaje de la Cordillera, yo cuido
a su perra, una bulldog, a la que le cuelga al ojo, por un problema en las
pestañas que actúan de picana en la retina izquierda y cuya atención demanda
que la casa de ambos esté siendo hipotecada para costear su visión… Mientras
tanto miro por el ventanal los partidos de singles de los viejos con artrosis
en la cancha de tenis cheta de Devoto y me como el kilo de pan casero que hice
por primera vez para mí, solo para mí.
…Entonces en
vez de llevarla a un canil perruno, me ofreció hospedarme en su casa, con
comida que no tengo intenciones de preparar y una suma de dinero, que solamente
alcanza para el viaje a Tecnópolis y medio paty
de la parrilla de "Pepe", luego del concierto de Morrissey. No
me quejo, algo es algo.
En cuanto al
trabajo, es sencillo: Greta, como tres veces al día, hay que ponerle en el
hueco tornasolado y purulento, dos clases de gotas unas cuatro veces por día y mantener con agilidad los muebles que atropella
a lo Mr Magoo, lo que implica una atención y esfuerzo constante, como si el
monoambiente fuera el set de rodaje de Universal. Además demanda cariño, comida
y juegos. Y yo, que estoy media muerta y media panificada, de tanto que comí, me dejo arrastrar como una madre complaciente
que pasea por Sacoa.
El caso es
que durante estas mini-vaciones, alejada de lo que son "mis cosas”, me
encontré con la desesperación: la soledad.
Hablar con
Mr. Blue de cómo el frío de invierno erosiona la piel y la deja en carne viva,
no fue ningún aliciente. El está peor, como si acabara de salir de un incendio
con quemaduras de grado seis. Desde la distancia medimos los centímetros de
nuestros parches. Siempre el que está peor gana.
Todavía me
recupero del incidente de la semana pasada, que tuvo sus efectos en estos días:
con la esperanza de que una de las chicas más linda de la facultad fuera de mi
mismo TEAM, y alentada por el salame de Mr. Blue, le mandé una solicitud de
amistad para intentar un contacto inicial e invitarla a casarse conmigo. No voy
a decir lo que decía, pero básicamente el subtexto del mensaje podía leerse
claramente: ¿sos gay?, porque te quiero dar… La chica de nombre “E”, contestó
veinte mil horas más tarde, con una autosuficiencia llamativa. No era gay, no
me conocía y me mandó un saludo sugiriéndome que siguiera bien. Lo que más me
dolió es que ella ni siquiera sabía si estaba bien, como para decirme que
“siguiera estándolo”. Me alegré por poca
cosa: me dejó como amiga. Después de pensarlo bastante, lo interpreté como si
me invitara a ver su vidriera personal, pero con mi billetera extraviada:
mirame, pero aunque me mires no me podes tener.
Estuve algunos días como una groupie silenciosa. Tres días después por
un comentario subido, me entero que su prima fallece. Me abstengo del pésame
para no parecer… pesada… y al día siguiente me elimina. Todavía no sé si por
xenófoba, o porque me creyó yeta.
Ahí termina
el segundo desamor del año. Feliz invierno.
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