sábado, 22 de junio de 2013

¿Feliz invierno?

                                                              
                                     Por Mrs. Pink

Durante el fin de semana largo salió un trabajo. Mentira. Más que un trabajo fue un favor familiar, que en adelante no sé si estoy dispuesta a cumplir, por más que me atropelle el Sarmiento y mi hermano se ofrezca a donarme un órgano. Mientras él viaja por Chile con su pareja y disfruta del paisaje de la Cordillera, yo cuido a su perra, una bulldog, a la que le cuelga al ojo, por un problema en las pestañas que actúan de picana en la retina izquierda y cuya atención demanda que la casa de ambos esté siendo hipotecada para costear su visión… Mientras tanto miro por el ventanal los partidos de singles de los viejos con artrosis en la cancha de tenis cheta de Devoto y me como el kilo de pan casero que hice por primera vez para mí, solo para mí.
…Entonces en vez de llevarla a un canil perruno, me ofreció hospedarme en su casa, con comida que no tengo intenciones de preparar y una suma de dinero, que solamente alcanza para el viaje a Tecnópolis y medio paty  de la parrilla de "Pepe", luego del concierto de Morrissey. No me quejo, algo es algo.
En cuanto al trabajo, es sencillo: Greta, como tres veces al día, hay que ponerle en el hueco tornasolado y purulento, dos clases de gotas unas  cuatro veces por día y  mantener con agilidad los muebles que atropella a lo Mr Magoo, lo que implica una atención y esfuerzo constante, como si el monoambiente fuera el set de rodaje de Universal. Además demanda cariño, comida y juegos. Y yo, que estoy media muerta y media panificada, de tanto que comí,  me dejo arrastrar como una madre complaciente que pasea por Sacoa.
El caso es que durante estas mini-vaciones, alejada de lo que son "mis cosas”, me encontré con la desesperación: la soledad.
Hablar con Mr. Blue de cómo el frío de invierno erosiona la piel y la deja en carne viva, no fue ningún aliciente. El está peor, como si acabara de salir de un incendio con quemaduras de grado seis. Desde la distancia medimos los centímetros de nuestros parches. Siempre el que está peor gana.
Todavía me recupero del incidente de la semana pasada, que tuvo sus efectos en estos días: con la esperanza de que una de las chicas más linda de la facultad fuera de mi mismo TEAM, y alentada por el salame de Mr. Blue, le mandé una solicitud de amistad para intentar un contacto inicial e invitarla a casarse conmigo. No voy a decir lo que decía, pero básicamente el subtexto del mensaje podía leerse claramente: ¿sos gay?, porque te quiero dar… La chica de nombre “E”, contestó veinte mil horas más tarde, con una autosuficiencia llamativa. No era gay, no me conocía y me mandó un saludo sugiriéndome que siguiera bien. Lo que más me dolió es que ella ni siquiera sabía si estaba bien, como para decirme que “siguiera estándolo”.  Me alegré por poca cosa: me dejó como amiga. Después de pensarlo bastante, lo interpreté como si me invitara a ver su vidriera personal, pero con mi billetera extraviada: mirame, pero aunque me mires no me podes tener.  Estuve algunos días como una groupie silenciosa. Tres días después por un comentario subido, me entero que su prima fallece. Me abstengo del pésame para no parecer… pesada… y al día siguiente me elimina. Todavía no sé si por xenófoba, o porque me creyó yeta.
Ahí termina el segundo desamor del año. Feliz invierno.

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